domingo, 22 de marzo de 2009

Porque Dios envió a su Hijo al mundo, para que el mundo se salve por Él.

EVANGELIO DE HOY

22/03/2009, Domingo de la 4ª semana de Cuaresma.

PRIMERA LECTURA
La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo
Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23


En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén. El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio. Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta jeremías: «Hasta que el país haya pagado sus sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años.» En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: "El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"»

Palabra de Dios.

Salmo responsorial Sal 136, 1-2. 3. 4. 5. 6
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.

Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión; en los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras. R. Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar; nuestros opresores, a divertirlos: «Cantadnos un cantar de Sión.» R. ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera! Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías. R.

SEGUNDA LECTURA
Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir. Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

Palabra de Dios.

EVANGELIO
Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: - «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»

Palabra del Señor.

Nuevas hechuras de Dios
22-03-2009

2Cr 36,14-16,19-23; Sal 136; Ef 2,4-10; Ju 3,14-21

Me parece singular por demás que uno de los grandes diccionario de griego clásico a la palabra ktísis, derivada de un verbo que significa construir casas de nueva planta, fundar una colonia, le dé un segundo significado nuevo: crear, y de ahí la creación, el universo. Para el primer significado refiere sólo a Rom 1,20; para el segundo, sólo a Mc 10,6, etc. En el principio Dios hizo el cielo y la tierra, dice la Biblia griega de los LXX, con el verbo, poíeo: el mundo es hechura de Dios; de ella deriva poesía. En su griego, pues, Dios será, con la palabra clásica de Platón, el Hacedor —el Poeta. El NT crea una palabra nueva: el Creador. ¿Es esto una minucia?

Porque san Pablo nos dice hoy algo que asombra: somos hechura suya, ya que fuimos creados en Jesucristo para las buenas obras que Dios preparó. La salvación por la gracia, pues, es para nosotros una segunda creación; creación con esa palabra técnica, de significado fuerte, específica del NT. Esto significa que estábamos muertos, mas por su amor y misericordia Dios nos ha hecho (creado para) vivir en Cristo. Y vivimos una vida nueva. Resucitados con Cristo Jesús y sentados en el cielo. Por pura gracia hemos sido salvados. Siempre en Cristo Jesús. Nunca por nuestras propias fuerzas —por naturaleza éramos hijos de la desobediencia (Ef 2,3). Siempre por iniciativa graciosa de Dios. Nunca estirándonos nosotros de las orejas para crecer y llegar hasta él. Estamos salvados por le fe en Cristo Jesús. Mas esto es un don de Dios. Sólo de ahí nos viene y alcanza la salvación. Somos obra suya. Fuimos creados en Cristo desde siempre para las buenas obras; para que caminemos por ellas; para que procedamos según lo que es nuestra vocación (Ef 4,1). Y hoy esa nueva creación, en Cristo, nos ha salvado. Palabras, pues, muy mayores.

Para el pueblo de Israel fue brutal encontrar que todo se les vino abajo, aniquilado por entero, el templo, las ciudades, las personas; sólo un resto tomó el camino del destierro en Babilonia. ¿Les había abandonado su Dios?, ¿no había cumplido la alianza con su pueblo? Duro e ininteligible presente. ¿Cómo era posible? A toro pasado, desterrados en tierra extranjera, el pequeño resto comenzó a pensar. Lo venían anunciando los profetas: castigo implacable de la ira de Dios por desencantarse con su pueblo. Pero, entonces, aun con su infidelidad, ¿qué pasa con la fidelidad de Dios? ¿Dios les sería infiel en esos momentos de terrible zozobra? No. Se cumplía ya lo anunciado por Jeremías: pagarán con tal desolación durante setenta años, pero la fidelidad de Dios dura siempre. Pedagogía de Dios para enseñar a su pueblo. Mirad, ya Ciro, rey de Persia, les envía de nuevo a Jerusalén y les edificará un templo.

Juan nos lo dice con su inmensa fuerza. No se trata de una pedagogía transitoria: el Hijo del hombre tiene que ser elevado para que todo el que tiene fe en él tenga vida eterna. Dios ha entregado al Hijo, y lo hizo por amor. No para condenar al mundo, sino para que se salve por él. Sólo nos pide que creamos en él. Que aceptemos la luz que viene a nosotros, y abandonemos las tinieblas. Así se nos abren perspectivas para siempre.

Nada tiene de extraño que los autores del NT tuvieran necesidad de inventar una nueva palabra, abrir un nuevo mundo de entendimiento, para hablar de esta nueva creación.

Leer el comentario del Evangelio por :

Sermón atribuido a san Efrén (hacia 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Sobre la penitencia

«El Hijo del hombre tiene que ser elevado para que todo el que cree en él tenga vida eterna»


Cuando el pueblo pecó en el desierto (Nm 21,5s), Moisés, que era profeta, ordenó a los israelitas poner una serpiente sobre una cruz, es decir, dar muerte al pecado, y levantarla... Era preciso mirar a esta serpiente, puesto que los hijos de Israel fueron castigos con mordeduras de serpiente. ¿Y por qué unas serpientes? Porque habían renovado la conducta de nuestros primeros padres. Adán y Eva habían pecado los dos al comer el fruto del árbol; los israelitas habían murmurado también por una cuestión de comida. Proferir palabras de lamento porque hay que comer legumbres, es el colmo de la murmuración. Por eso dice el salmo: «En el desierto se revelaron contra el Altísimo» (Sl 77, 17). Ahora bien, también en el paraíso la serpiente estuvo en el origen de la murmuración...

Así los hijos de Israel debían aprender que la misma serpiente que había tramado la muerte de Adán, les había procurado también a ellos, la muerte. Moisés la colgó de un madero para que, viéndola, por la similitud, se acordaran del árbol. En efecto, los que volvían sus ojos hacia él eran salvados, ciertamente que no gracias a la serpiente, sino por su conversión. Miraban la serpiente y se acordaban de su pecado. Porque les había mordido, se arrepentían una vez más y se salvaban. Su conversión transformaba el desierto en morada de Dios; el pueblo pecador, por la penitencia, se volvió una asamblea eclesial, y mejor aún, a pesar de él, adoraban la cruz.
Oración introductoria:
Señor, tú me enseñas que, para que mi vida espiritual sea sólida, debe cimentarse en una fe honda y robusta, en una actitud filial de amor, confianza y adoración. Haz que mi oración se torne operante y derive en actitudes y comportamientos concretos.
Petición:
Jesús, ayúdame a amarte, para estar en condiciones de transmitirte a los demás, como apóstol del Regnum Christi.
Meditación:
No hay palabras más bellas y consoladoras que éstas: “Tanto amó Dios al mundo”. Esta frase la podemos muy bien aplicar a cada uno de nosotros: “Tanto me ha amado Dios, que me dio a su Hijo único…”. Dios tiene por nosotros un amor apasionado y nos envía a Jesús para manifestarnos ese cariño que nos tiene. Lo primero que debemos hacer es creer en este amor gigante de Dios. Repitámoslo: somos muy queridos por Dios. Meditemos con profundidad, en la medida de nuestras posibilidades, en esta certeza. Dios nos ama gratuitamente. Quiere darnos la mayor de las felicidades posibles. Dios nos ha dado la existencia para que podamos gozar de su amistad. ¡No hay mayor dicha en este mundo que corresponder al amor de Dios! “Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él”. Parece que con estas palabras Dios nos quiere acercar a su amor y perdón. Esta lección dada por Jesús a Nicodemo, nos la repite el día de hoy. Salgamos de esta oración con un entusiasmo agradecido, pues en verdad somos muy amados de Dios.
Reflexión apostólica:
La vida espiritual del cristiano se concibe como una relación personal de amor con Jesucristo. Por eso, hemos de vivir nuestros compromisos de vida espiritual, desde la lógica de la donación. Desde ella, la vida espiritual y apostólica se redimensiona, y se vive con generosidad.
Propósito:
Que la certeza del amor de Dios me lleve a conquistar a otros para Cristo.
Diálogo con Cristo:
Señor, ayúdame a vivir mis compromisos de vida espiritual y de apostolado, desde la perspectiva del amor, con una intencionalidad de ofrecimiento, y como expresión de mi amor a ti.

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