lunes, 1 de marzo de 2010

LA LEGIÓN Y LOS VISITADORES

La Legión y los visitadores
En mayo de 2009 el Papa designó a cinco obispos, incluido el mexicano Ricardo Watty, para investigar a los Legionarios de Cristo y a su fallecido dirigente Marcial Maciel. Los resultados prevén cambios drásticos en la Congregación.
2010-02-28 | Milenio SemanalEnviar NotaImprimir

Foto: Claudio Onorati/ AP

Foto: Claudio Onorati/ AP
El superior de los Legionarios de Cristo, el mexicano Álvaro Corcuera, viendo la tormenta que se venía, hizo, el cuatro de febrero de 2009, el primer reconocimiento oficial de los crímenes de Marcial Maciel al aceptar que en su fundador se habían dado “actitudes no correspondientes a un sacerdote católico”. Declaración forzada por los acontecimientos que resultó del todo insuficiente ante la gravedad de los hechos.

Porque la doble vida y moral que llevó Maciel por más de 60 años hubiera sido imposible sin que ésta fuera solapada por los miembros de la congregación que fundó. El papa Juan Pablo II también lo encubrió. Él estaba enterado, al menos, de los resultados de las investigaciones sobre abusos sexuales y pederastia, aunque tal vez desconocía las relaciones de pareja a través de las cuales procreó varios hijos.

LA ORDEN DE BENEDICTO XVI
A la llegada de Benedicto XVI las cosas cambiaron. El nuevo Papa ordena, el 10 de marzo de 2009, ya muerto Marcial, una “visita apostólica” a la congregación de los Legionarios de Cristo con el propósito de investigar la existencia de posibles complicidades de los miembros con los delitos de Maciel y para hacerse una idea clara de lo que ocurría en la institución y con sus integrantes, y también, como después se supo, del tipo de relación que lleva la orden con los miembros laicos, hombres y mujeres, del Regnum Christi.

Benedicto XVI, antes de crear la comisión “visitadora”, suspende el cuarto voto de la Constitución legionaria que obliga a sus miembros a sólo confesarse con sus superiores y a guardar secreto respecto a los conflictos internos de la organización. El voto de secrecía ha sido una barrera tal vez infranqueable para realizar la investigación en las 125 casas religiosas, los 150 colegios y las nueve universidades con las que cuenta la congregación en 22 países, incluida la obra más importante de los legionarios, que es el movimiento laical Regnum Christi con todo y sus 70 mil miembros.

Dos semanas después de la orden papal, Corcuera, en carta luego pública del 30 de marzo, anunciaba la “visita apostólica”, pero calificándola de ayuda “para afrontar las actuales vicisitudes relacionadas con los hechos graves en la vida de nuestro padre fundador, que ya fueron objeto de las investigaciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe concluida en 2006 y los que han salido a luz recientemente”. Corcuera, actual director general de los Legionarios de Cristo, fue muy cuidadoso con la figura de Maciel, al que todavía seguía llamado “nuestro padre fundador”. No pareció o no quiso entender que con la visita los legionarios estaban en la mira de las autoridades romanas: en esa carta no menciona ninguna de las investigaciones hechas con anterioridad, ni los delitos de pederastia o la morfinomanía de Maciel.

Una de las primeras investigaciones fue la realizada desde octubre de 1956 hasta febrero de 1959, ordenada por el cardenal Alfredo Ottaviani. La pesquisa estuvo a cargo del claretiano español Arcadio Lallaona y, como resultado de la misma, Maciel fue suspendido como superior general de su congregación y obligado a salir de Roma. Se sabe que entre las autoridades encargadas del caso se establecieron dos posiciones: los que sostenían que no había pruebas suficientes y quienes pensaban que las evidencias eran contundentes y había que actuar. Al final se exoneró a Maciel y no se hizo más, pero el fundador quedó marcado por la sospecha, aunque al interior de la orden esta investigación se catalogó como “la gran bendición”, dando a entender que la santidad de Maciel había triunfado sobre sus enemigos.

Corcuera tampoco hace referencia a la más reciente indagatoria que realizó la austriaca Martha Wegan, quien entregó al Vaticano, en octubre de 1998, un archivo con el título Absolutionis Complicis. Arturo Jurado et alii versus Rev. Marcial Maciel Degollado. El ángulo de este dossier era sobre la confesión que Maciel daba a sus víctimas luego de abusar de ellas, para acallarlas: este delito del derecho canónico, a diferencia de las transgresiones sexuales para la ley civil, no prescribe nunca a los ojos del Vaticano. El cardenal Joseph Ratzinger, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, conoció el caso a inicios de 1999. Se sabe que lo impactó, pero decidió no actuar consciente de que cualquier movimiento en contra de Maciel sería rechazada por Juan Pablo II.

Ya como Benedicto XVI, sin embargo, Ratzinger decide castigar a Maciel. Primero lo expulsa de Roma y lo envía a un retiro forzado a Michoacán, obligándolo a “una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público” y, una vez muerto Maciel, en enero de 2008, da un paso más y ordena investigar a la Congregación. Para entonces era imposible esconder que Maciel, además de los abusos sexuales a sus seminaristas, había mantenido una amante con la que procreó una hija. Después se sabría de más parejas e hijos.


El obispo mexicano Ricardo Watty. Foto: Artúro Bermúdez
LA COMISIÓN VISITADORA
El cinco de mayo del 2009 la Curia Romana dio a conocer los nombre de los cinco integrantes de la comisión encargada de la investigación, todos obispos, que serían: Ricardo Watty, de Tepic, México; Charles Joseph Chaput, de Denver, Estados Unidos; Giuseppe Versaldi, de Alessandria, Italia; Ricardo Ezzati, de Concepción, Chile, y Ricardo Blázquez, de Bilbao, España. Anunció también que mientras duraran los trabajos de la comisión y hasta nueva orden la Curia mantendría la autoridad de la Congregación. En esa ocasión se dijo que los visitadores tendrían el mandato de valorar la vida religiosa, el funcionamiento institucional, las finanzas y la acción apostólica realizada por los legionarios. Se supo también que la comisión investigaría de cerca si había habido cómplices encubriendo las acciones de Maciel. En estos meses de trabajo cada miembro de la comisión se hizo responsable de una región: Watty, de México y Centroamérica; Chaput, de Estados Unidos y Canadá; Versaldi, de Italia, Israel, Corea y Filipinas; Ezzati de toda Sudamérica y Blázquez de Europa, con la excepción de Italia.

La investigación se ha extendido por 10 meses. Se sabe de mucha gente que ha solicitado a los integrantes de la Comisión ser recibida para ofrecer su testimonio sobre los abusos de Maciel y las irregularidades de los legionarios. El Papa encomendó a la comisión que al término de su trabajo le entregara los resultados. Ese momento ha llegado: el Vaticano ha solicitado a la comisión entregue el documento el próximo mes de marzo.

LOS RESULTADOS
Los miembros de la comisión han sido particularmente herméticos en dar a conocer su trabajo. Se sabe, con todo, que han hecho una investigación seria y exhaustiva; ellos conocen de la importancia que el Papa le ha dado al caso y son conscientes de la gravedad no sólo de los crímenes ya documentados sino del uso que Maciel hizo del sacramento de la confesión. Pero, a pesar del hermetismo, se han filtrado algunas de las contundentes conclusiones que confirman lo descubierto por las anteriores investigaciones (abusos sexuales, pederastia y drogadicción) y que añaden, esta vez con documentos probatorios, su relación de pareja con distintas mujeres con las cuales tuvo al menos cuatro hijos: cuatro que ya están reconocidos, pudiendo haber otros dos más.

En otro punto se asegura que el cuarto voto de los legionarios fue insaturado por Maciel como medida para mantener la secrecía, para que no se conociera su doble vida. El documento plantea también que plagió de un funcionario franquista el libro al que recurren con frecuencia los legionarios y sus seguidores; El salterio de mis días. Se dice también que la comisión tiene evidencias de que algunas de las autoridades legionarias se hicieron cómplices de Marcial al no denunciarlo, pero todavía fueron más allá y estuvieron dispuestas a protegerlo y permitirle siguiera su doble vida y moral, con el falso y fariseo argumento, utilizado con frecuencia por la Iglesia, de evitar el escándalo.

El Papa es el único que puede decidir si el documento se dará a conocer en su totalidad o apenas en partes. Haría bien en publicar el texto completo, respetando siempre la privacidad y el anonimato de las víctimas, pero no de los victimarios: eso le devolvería la credibilidad a los órganos que imparten justicia en la Curia Romana pero, sobre todo, a la Iglesia como un todo, dejando en claro que no hay privilegios para nadie y que los fieles pueden denunciar a los jerarcas y recibir justicia de sus pastores.


El obispo estadunidense Charles Joseph Chaput. Foto: AP
Que la Iglesia y los legionarios, aunque a destiempo, reconozcan lo hecho por Marcial los honraría. No hacerlo los convierte en cómplices. Al aceptarlo reconocen que la razón siempre ha estado en las víctimas y eso sería una manera de resarcir el enorme daño que se les hizo.

Estamos en presencia de un caso único en la Iglesia. El texto reconoce que Maciel resultó ser un estafador y que como tal vivió. Los legionarios, pero también la Iglesia, deben pedir perdón a las víctimas y a sus fieles del daño que les han hecho. Se sabe también que el texto propone hacer importantes modificaciones al estilo de vida religiosa que hasta ahora, al amparo y guía de Maciel, han llevado los legionarios. Entre ellas estarían cambios en sus órganos de gobierno, el manejo de las finanzas y la relación con sus seguidores. Se ha filtrado también que el texto plantea se abandone el culto a la personalidad de sus dirigentes y el sectarismo que tan bien los caracteriza.

Pero sólo el Papa puede tomar la decisión del camino a seguir respecto a los legionarios. Algunos reconocidos vaticanólogos plantean que lo más probable es que Benedicto XVI intervenga por algunos años a los legionarios, para garantizar que se den los cambios propuestos. Eso implica que será la Curia Romana quien, después de purgar a la actual jerarquía, nombrará al próximo superior: muy probablemente alguien de fuera de la congregación, tal vez un obispo o un cardenal.

Rubén Aguilar Valenzuela

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